09 noviembre, 2014

No fue el día

Después de volver a Segunda tras diez años, y de un más que decente inicio de campeonato siendo con diferencia el mejor de los cuatro que lo acompañaban desde el inframundo de la B, sería de necios hacer sangre por sólo un partido, pero también lo sería negar que el partido de ayer fue decepcionante. (Albacete 1-0 Leganés)
Suele decir Asier Garitano que en un partido el objetivo no es otro que estar más cerca de ganar que de perder. Ayer, la sensación desde arriba fue la de un equipo más cerca de perder que de ganar. La primera media hora de partido, y casi toda la segunda parte, no fue un atropello futbolístico del Albacete, pero sí de ímpetu, carácter y fe. Argumentos más que necesarios para ser competitivo, y suficientes por parte del Albacete para dejar ayer al Leganés muy por debajo de su nivel. 

Es cierto, sólo fue 1-0, pero ayer desaparecieron de un plumazo las pequeñas dosis de mejoría que el equipo dejó en Alcorcón, Gijón, y Soria, -donde tampoco se ganó-. El trivote Eraso-Diamanka-Alberto no funcionó, las bandas no tuvieron profundidad con un Velasco sin explosividad, un Álvaro García perdido, y un Rubén Peña y Luis Ruiz lejos de su mejor versión en los laterales. La inspiración de Dioni arriba tampoco llegó, y la primera y gran ocasión del partido la perdonó Eraso. Una acción sobre el verde que en una traducción literaria podría representar la casi totalidad de minutos pepineros en el Carlos Belmonte: un quiero y no puedo.

La conjura albaceteña surtió efecto, y el 'Lega' pagó las siete derrotas seguidas que arrastraban los manchegos. Pero no se equivoquen, es el Leganés quien sigue merodeando por la mitad de la tabla, y el Albacete quien sufre abonado a la última plaza. El trabajo bien hecho tiene su crédito, y sería insensato desviarse de la frase que titula esta publicación. Pero al igual que ustedes, me sigo preguntando cuánto falta para ver al Leganés de Butarque, lejos de él. Quiero pensar que no es imposible.

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